El Capitán del Exxon Valdez ofrece sus “muy sentidas disculpas” por el derrame de petróleo
Fuente: Nuestromar
Joe Hazelwood, capitán del malogrado buque tanque “EXXON VALDEZ”, ofreció sus “muy sentidas disculpas” a todos los habitantes de Alaska, por el desastroso derrame de petróleo acaecido en el paso de Prince William.
Las disculpas aparecen al final de un nuevo libro conmemorativo de los 20 años del derrame. El libro presenta “62 historias personales” de individuos involucrados con el hecho, desde tripulantes del petrolero, políticos de Alaska, trabajadores en la limpieza, oficiales del cuerpo de Guardacostas, hasta periodistas que cubrieron una de las más grandes historias de ese estado.
La perla de la obra, es una entrevista con Hazelwood, una figura largamente elusiva desde el accidente que hundió su carrera como capitán de buque tanque.
Sharon Bushell, una escritora conocida por coleccionar historias orales, viajó a la ciudad de Nueva York en febrero de 2008 para grabar una entrevista a Hazelwood, que había aceptado tomar parte en el proyecto del libro.
En la obra, titulada “El derrame: historias personales del desastre de Exxon Valdez”, Hazelwood dice que ahora trabaja como investigador y consultor técnico para un estudio maritimista de Nueva York.
No dice mucho acerca de la varadura, que ocurrió justo después de medianoche del 24 de marzo de 1989. Comienza diciendo que el día anterior, él y el Jefe de Máquinas bajaron a tierra y fueron a la ciudad de Valdez. Entre la lista de tareas para hacer, Hazelwood tenía que encargar flores para su hija.
“Después de almorzar, tomamos un par de copas”, cuenta Hazelwood.
Luego del naufragio en el arrecife Bligh, varias millas afuera del puerto de Valdez, Hazelwood cuenta cómo se negó a hablar con los investigadores de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte. Y cómo, al llegar a su casa en Nueva York, la encontró copada por periodistas. Y cómo, luego de una larga batalla legal, pudo rebatir todos los cargos criminales menos uno: descarga negligente de petróleo. Fue sentenciado a prestar servicios comunitarios en Anchorage.
“Empecé recogiendo la basura a lo largo de las calles de Anchorage”, cuenta Hazelwood. “La tarea duró sólo un día, porque el director de los servicios comunitarios de Anchorage, tal como él lo dijo, no me quería en las calles, generando colas de autos, con la gente mirándome enfundado en un overol naranja”.
Hazelwood parece sugerir que fue erróneamente acusado: “la verdadera historia está visible para cualquiera que esté interesado en los hechos, pero no se trata de una historia sexy, ni de una historia fácil”, agrega.
Finalmente, Hazelwood, que tiene alrededor de 60 años, dice que siente que la gente de Alaska “siempre le dio una buena sacudida”.
“Yo era el capitán de un barco que encalló y causó una horrenda cantidad de daño. “Tenía que ser responsable por ello”, sostiene.
“Quiero pedir disculpas, un muy sentido pedido de disculpas, hacia la gente de Alaska, por el daño causado por la varadura del buque que estaba bajo mi comando” dijo.
La historia de Hazelwood es sólo una de las muchas y muy coloridas que el libro contiene, acerca del derrame de cerca de once millones de galones de petróleo y de sus continuas consecuencias.
Otto Harrison, que fue el gerente de las tareas de limpieza de Exxon, contó sobre la “mala imagen” que recibió la compañía por poner gente a trabajar fregando el petróleo de las rocas, con trapos.
Explicó que esa era la única manera de mantener a los trabajadores fuera de los bares y fuera de problemas, hasta que pudiera equiparse a una flotilla de lanchas de desembarco para la limpieza.
“Tuvimos una pequeña reyerta que involucró al Senador Ted Stevens”, continúa Harrison. El pueblo de Chenega Bay pidió una provisión de alimentos, incluido spam (una suerte de preparado de carne de cerdo en latas), y por cierto que tuvieron spam. Más tarde, continúa Harrison, el senador Stevens “se enojó conmigo por proveerle spam a los nativos, diciendo que eso era un insulto”.
Tom Copeland, un pescador comercial retirado es una de las varias personas que contaron historias exasperantes sobre los intentos por limpiar el derrame y lidiar con la fauna silvestre cubierta de petróleo.
“El hecho más angustiante en mi vida, fueron las dos semanas siguientes al derrame del Exxon Valdez”, concluye. Por Wesley Loy.
Traducido por NUESTROMAR, de The Miami Herald y Maritime News
Fuente: Nuestromar
Joe Hazelwood, capitán del malogrado buque tanque “EXXON VALDEZ”, ofreció sus “muy sentidas disculpas” a todos los habitantes de Alaska, por el desastroso derrame de petróleo acaecido en el paso de Prince William.
Las disculpas aparecen al final de un nuevo libro conmemorativo de los 20 años del derrame. El libro presenta “62 historias personales” de individuos involucrados con el hecho, desde tripulantes del petrolero, políticos de Alaska, trabajadores en la limpieza, oficiales del cuerpo de Guardacostas, hasta periodistas que cubrieron una de las más grandes historias de ese estado.
La perla de la obra, es una entrevista con Hazelwood, una figura largamente elusiva desde el accidente que hundió su carrera como capitán de buque tanque.
Sharon Bushell, una escritora conocida por coleccionar historias orales, viajó a la ciudad de Nueva York en febrero de 2008 para grabar una entrevista a Hazelwood, que había aceptado tomar parte en el proyecto del libro.
En la obra, titulada “El derrame: historias personales del desastre de Exxon Valdez”, Hazelwood dice que ahora trabaja como investigador y consultor técnico para un estudio maritimista de Nueva York.
No dice mucho acerca de la varadura, que ocurrió justo después de medianoche del 24 de marzo de 1989. Comienza diciendo que el día anterior, él y el Jefe de Máquinas bajaron a tierra y fueron a la ciudad de Valdez. Entre la lista de tareas para hacer, Hazelwood tenía que encargar flores para su hija.
“Después de almorzar, tomamos un par de copas”, cuenta Hazelwood.
Luego del naufragio en el arrecife Bligh, varias millas afuera del puerto de Valdez, Hazelwood cuenta cómo se negó a hablar con los investigadores de la Junta Nacional de Seguridad del Transporte. Y cómo, al llegar a su casa en Nueva York, la encontró copada por periodistas. Y cómo, luego de una larga batalla legal, pudo rebatir todos los cargos criminales menos uno: descarga negligente de petróleo. Fue sentenciado a prestar servicios comunitarios en Anchorage.
“Empecé recogiendo la basura a lo largo de las calles de Anchorage”, cuenta Hazelwood. “La tarea duró sólo un día, porque el director de los servicios comunitarios de Anchorage, tal como él lo dijo, no me quería en las calles, generando colas de autos, con la gente mirándome enfundado en un overol naranja”.
Hazelwood parece sugerir que fue erróneamente acusado: “la verdadera historia está visible para cualquiera que esté interesado en los hechos, pero no se trata de una historia sexy, ni de una historia fácil”, agrega.
Finalmente, Hazelwood, que tiene alrededor de 60 años, dice que siente que la gente de Alaska “siempre le dio una buena sacudida”.
“Yo era el capitán de un barco que encalló y causó una horrenda cantidad de daño. “Tenía que ser responsable por ello”, sostiene.
“Quiero pedir disculpas, un muy sentido pedido de disculpas, hacia la gente de Alaska, por el daño causado por la varadura del buque que estaba bajo mi comando” dijo.
La historia de Hazelwood es sólo una de las muchas y muy coloridas que el libro contiene, acerca del derrame de cerca de once millones de galones de petróleo y de sus continuas consecuencias.
Otto Harrison, que fue el gerente de las tareas de limpieza de Exxon, contó sobre la “mala imagen” que recibió la compañía por poner gente a trabajar fregando el petróleo de las rocas, con trapos.
Explicó que esa era la única manera de mantener a los trabajadores fuera de los bares y fuera de problemas, hasta que pudiera equiparse a una flotilla de lanchas de desembarco para la limpieza.
“Tuvimos una pequeña reyerta que involucró al Senador Ted Stevens”, continúa Harrison. El pueblo de Chenega Bay pidió una provisión de alimentos, incluido spam (una suerte de preparado de carne de cerdo en latas), y por cierto que tuvieron spam. Más tarde, continúa Harrison, el senador Stevens “se enojó conmigo por proveerle spam a los nativos, diciendo que eso era un insulto”.
Tom Copeland, un pescador comercial retirado es una de las varias personas que contaron historias exasperantes sobre los intentos por limpiar el derrame y lidiar con la fauna silvestre cubierta de petróleo.
“El hecho más angustiante en mi vida, fueron las dos semanas siguientes al derrame del Exxon Valdez”, concluye. Por Wesley Loy.
Traducido por NUESTROMAR, de The Miami Herald y Maritime News
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